Los Católicos celtas se referían al Espíritu Santo como el Ganso Salvaje
Estas sencillas palabras son el comienzo y el final del peregrinaje de nuestra Fe. Dios es amor y el amor de Dios es perfecto, apasionado e incondicional. No hay nada que podamos hacer que causara que Dios nos ame más y nada que podamos hacer para que nos ame menos. Somos capaces de experimentar la belleza y libertad del amor de Dios por el medio del Espíritu Santo.
Pentecostés y el poder transformante del Espíritu Santo
“Él los bautizará en el Espíritu Santo y el fuego.” - Mateo 3:11
Jesús vino a bautizarnos en el Espíritu Santo, y el poder y la gracia que vienen del Bautismo en el Espíritu cambian nuestras vidas.
“Contestó el Ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra.” - Lucas 1-35
El don más grande del Espíritu Santo es el Espíritu Santo. El Dios viviente da el don de sí mismo a aquellos que son bautizados. Ya del mismo Espíritu fluyen otros dones, algunos son para santificación personal mientras que otros son para la construcción y apoyo del Cuerpo de Cristo.
“El centro de la Iglesia es la eucaristía, donde Cristo está presente y activo en humanidad y el mundo entero a través del Espíritu Santo.” - Papa San Juan Pablo II
El Espíritu Santo nos revela muchas cosas. Una de las más hermosas es que el Espíritu nos muestra a Dios como nuestro Padre amoroso, nuestro “Abba-Padre.”
Los Sacramentos son siempre un encuentro con el Espíritu Santo y cada vez que recibimos los Sacramentos el Espíritu Santo está presente. A menudo cuando pensamos en el Espíritu Santo y Su obra en los Sacramentos, solo pensamos en la Confirmación. Esto está muy bien, pero el Espíritu Santo está presente en todos los Sacramentos. En este segmento veremos como el Espíritu Santo está presente los sacramentos del bautismo, confirmación y matrimonio, y el impacto que esto tiene en su vida.
"Por sus frutos les conoceréis.” - Mateo 7:20
Cuando vivimos animados por el Espíritu Santo, nuestras vidas producen frutos que no solamente hacen que nuestra propia vida sea más serena, paciente y amorosa, sino que también influye positivamente en aquellos a quienes encontramos cada día.
El Espíritu llevó a Jesús al desierto y también lo protegió y lo cuidó mientras estuvo allí. El desierto es parte de la vida de todo Cristiano, pero no tiene que ser un lugar de desesperación y aislamiento. El Espíritu Santo está presente en el desierto de la vida y cuando experimentamos su presencia, nuestra vida espiritual cambia. El desierto no es más un lugar al que temer sino que puede ser un encuentro profundo con Jesús.
“Y al venir éste, amonestará al mundo sobre el pecado, la justicia y al juicio” - Juan 16:8
El pecado hiere y a veces destruye nuestra relación con Cristo. El Espíritu de Dios nos amonesta por nuestro pecado no para condenarnos, sino para convertirnos. En este segmento veremos como el Espíritu nos acerca más a Cristo al revelarnos nuestro pecado.
“Por tanto, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres” - Juan 8:36
El Espíritu Santo nos libera del temor, de la ira, y del pasado. A menudo los Cristianos se encuentran a sí mismos atados a muchas cosas y no se dan cuenta que el Espíritu Santo quiere traerles la libertad de Dios. Muchos son esclavos de la ira, la envidia, los celos, las comparaciones, y adicciones. En este segmento hablaremos sobre como el Espíritu Santo le traerá más libertad.
El Espíritu Santo nos da testimonio de Jesús. No somos capaces de entender totalmente quien es Jesús si usamos nuestra propia fuerza, intelecto, y poder. El Espíritu Santo nos ayuda a pasar de nuestra percepción intelectual limitada de quien es Cristo y lo que Él ha hecho por nosotros a un entendimiento de Cristo que cambia nuestra vida. Es también el Espíritu Santo quien nos inspira a dar testimonio de Cristo con nuestras palabras y acciones.
“Aquel que Dios ha enviado habla las palabras de Dios, y da el Espíritu sin medida” - Juan 3:34
Una de las bendiciones del Espíritu Santo, es que el Espíritu nos recuerda lo que Jesús dijo y lo que ha hecho por nosotros. No hay límite en lo que Dios ha hecho o lo que desea hacer en nuestras vidas.
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